
Ni la sexualidad masculina ni la sexualidad femenina están limitadas por una "geografía genital", y ha sido una de las mayores victorias de las relaciones públicas de todos los tiempos, convencernos de que, en efecto, así era.
La mima naturalidad del lesbianismo (y homosexualidad) es exactamente la causa de las fuertes reglas sociales y legales contra ello. El basamento de nuestro sistema sobre la diferencia de género, la función reproductiva biológica, es una neta barbarie y debe ser remplazada por un sistema basado en la afirmación del individuo y apoyo para toda clase de vida en el planeta.
Hemos nacido todos "sexuales", es decir, cada cual ha nacido con naturales deseos de relacionarse con todas las demás criaturas -animales, plantas, nosotros mismos, mujeres, hombres-cuando sentimos amor o comunicación por ellos.
Pero la sociedad nos enseña a inhibirnos de todo ello salvo los deseos hacia compañeros con quienes es posible procrear, y después va alimentando nuestro entusiasmo por el -acto- mediante pregonar el ideal del amor romántico combinado con el matrimonio, embutiéndolo en nuestros oídos y cerebros hasta que ya no podemos pensar otra cosa distinta.-
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